Que la
tecnología está cada vez más vinculada al deporte es una verdad que no escapa a
nuestra percepción. Lo que también es realidad es que a veces, especialmente en los
últimos meses, este avance no está siendo más que una enorme y voluptuosa
molestia para los aficionados del Rugby.
El TMO se
introdujo en 2001 para que los árbitros tuvieran una herramienta oficial con la
que pudieran tomar decisiones correctas en lances comprometidos y para
auxiliarles en situaciones donde deben tomar una resolución de forma acuciante.
No obstante, parece ser que el recurso del juez de vídeo está siendo empleado
por los oficiales como una excusa para no tomar ninguna decisión.
Aparte de los errores y las situaciones ridículas que protagonizan los árbitros
internacionales, espejo de pocos y ejemplo de muchos, el TMO está haciendo que
los mejores réferis del mundo no se mojen en sus decisiones sobre el campo y
pregunten directamente al Television Match Official.
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No hay más
que ver el caso de Romain Poite, en el partido Sudáfrica- Nueva Zelanda en el que expulsó al talonador Bismarck Du Plessis. En lugar de pedir que
revisara toda la jugada, indicó a su TMO que se fijara solo en el incidente
posterior al placaje y no en el propio contacto de Du Plessis sobre Carter,
clarificando que sobre ese lance de juego: " Ya tengo tomada una decisión". El TMO podía haberle
indicado que el placaje era totalmente legal, pero se saldría del protocolo
marcado por la IRB. Este
error le costó a Du Plessis la primera de las dos tarjetas amarillas con las
que sería expulsado.
Por no
mencionar el ridículo caso de Nigel Owens, del que hablaremos otro día, en el
que ante los problemas de comunicación con el oficial detelevisión, pidió el teléfono del cuarto árbitro para hacer una revisión devideo. Y por último, el caso de Jerome Garces, en el que debido a los claros problemas decomunicación, tal vez por su escaso conocimiento de
inglés, generó un cómico caso en el último Sudáfrica - Escocia.
Algunos
afirman que es por los patrocinadores y otros para evitar polémicas. Pero tras
los últimos cambios experimentales en los que se amplían las responsabilidades
del TMO y que permiten al árbitro ver por sí mismo la jugada repetida en las
pantallas gigantes del estadio, se demuestra que más que pequeñas
modificaciones y parches, el TMO debe replantearse su cometido e incluso
dejar de ser una herramienta exclusiva de los árbitros y convertirse en un
recurso de los contendientes al igual que el ojo de halcón en tenis o el challenge del futbol americano. El abuso
del TMO cansa y, al igual que los problemas de la mele, hace que la gente se
aburra del Rugby.
Los árbitros
tendremos mucho trabajo por delante en la interpretación y aplicación de las
leyes, así como del conocimiento del juego. Los errores ocurrirán, está claro.
Estamos hablando de seres humanos no de maquinas. Pero es necesario un
replanteamiento de la utilidad del TMO. Hace falta limitarlo y tener más fe en
los árbitros, entendiendo que la precisión omnipotente es básicamente imposible.