¿Culpables?

Cuatro jornadas de División de Honor llevamos y ya estamos oyendo a boca llena, que la culpa de que el rugby español no mejore... es de los árbitros. Sin ambages ni medias tintas. Y lo grave del caso es que esto lo dice gente que parece sensata.
Ayer me daban ganas de colgar el silbato, dejarlo de una vez. Que vengan otros que seguramente lo harán mejor... o no, no lo se. Es posible que nos hayamos estancado, que no estemos progresando lo que deberíamos, que nos hayamos liado, que no estemos bien físicamente... no lo se. Y no soy yo quien para juzgarlo, pero de ahí a que presidentes y entrenadores de clubes de División de Honor digan públicamente que los árbitros son lo peor del rugby español, creo que media un abismo.
Pero no es esto lo peor, dentro de que es malo que esto se afirme así, taxativamente. No, lo peor es la corriente de opinión que esto genera entre otros entrenadores, entre los jugadores y, especialmente, entre el público en general. Un público que ya no es el público “especialista” de hace años. No; ahora para nuestra suerte, cada vez en más campos hay gente que se acerca a nuestro deporte desde la más grande de las ignorancias y ve que los “dirigentes” (léase entrenadores, directivos, delegados... las fuerzas vivas de cada club, vamos) culpan a los árbitros de todo lo malo que ocurre y, especialmente, ¡del juego desplegado! (o no desplegado, la mayoría de las veces). Y malas son las críticas... pero mucho peor son los ataques desaforados con gritos, menosprecios y hasta en ocasiones insultos de algunos (ojo, recalco, algunos) de éstos “dirigentes” hacia los árbitros. Y ojo, que éstas manifestaciones y críticas, cosas de la “globalización” y del (afortunadamente) creciente interés por nuestro deporte, ya no se quedan entre las virtuales paredes del campo, porque ahora entrenadores, delegados, presidentes y jugadores hablan con los medios; de más o menos relevancia o difusión, pero con los medios. Medios generalmente “especializados” que todos los vinculados a éste deporte seguimos. Y no me estoy refiriendo únicamente a foros de internet donde el anonimato permite a la mayoría verter cualquier suerte de infundio, falacia... o verdad catedralicia, sino a prensa, radio e incluso televisiones.
Con éste panorama a la orden del día en los campos de rugby, ¿con qué ánimo se plantea uno el hacer la bolsa el sábado por la tarde para pasar el fin de semana a cuatrocientos kilómetros de casa y que te corran a gorrazos, aunque sean verbales?. ¿De verdad alguien se cree que 260 euros son la razón por la que un árbitro sale de su casa el sábado a las cuatro de la tarde y vuelve el domingo a las nueve de la noche?
Y más grave aún ¿cómo convencemos a nadie para que se haga árbitro?. Me venía a la memoria un magnífico artículo que en su día escribió nuestro compañero Javier Blanco, “Txuri”. “Hacia el rugby sin árbitros” se titulaba y recogía más o menos éstas inquietudes. De eso hace ya unos años. Y no hemos ido a mejor, si acaso, a peor en la situación.
Así que, en esas estaba ayer, rumiando mi mala leche y renegando de todo esto... hasta que por la tarde fui a la Federación. Y allí, en la reunión que tenemos los árbitros madrileños todos los lunes del año, recordé el motivo (o uno de ellos) por el cual hago la bolsa todos los sábados y por el cual salgo al campo los domingos. Un grupo de árbitros, algunos muy jóvenes, otros menos jóvenes, pero TODOS demostrando un verdadero interés por lo que allí estábamos hablando, aportando sus opiniones, haciendo preguntas, intentando resolver sus dudas para no cometer la semana que viene ese error que han cometido éste fin de semana...
Con esto no quiero tampoco decir que los clubes tengan que entender que nosotros lo hacemos porque tenemos “mucha ilusión y ganas de hacerlo bien” (que también). Pero sí quiero decir que la mayoría de los árbitros que están en la División de Honor tienen un alto grado de “profesionalidad” en el desempeño de su actividad y que es posible que haya problemas y que, seguro, se cometen errores. Pero, seguro también, que cada árbitro lo que quiere es mejorar, hacerlo bien y no porque le griten o no le griten, le digan más o menos, sino por la satisfacción del “deber cumplido”. Porque nadie es más crítico consigo mismo que el propio árbitro; porque el árbitro sabe perfectamente al terminar su partido si lo ha hecho bien, mal o regular.
Por eso, la vía no es “intercambiar culpabilidades”. Si efectivamente hay problemas, el Comité Nacional de Arbitros está para detectarlos y poner los medios para resolverlos. Y para ello requiere de la ayuda de los clubes, dirigentes, entrenadores y jugadores y no que todos éstos estamentos le pongan la proa a los árbitros. Porque eso no suma, sólo resta. Y el árbitro debe ser “uno más” dentro del campo como parte que es del juego... y no uno menos.

2 comentarios:

  1. Es cuando menos preocupante. Si estamos así en la jornada 3, que pasará cuando cada ensayo pueda valer la permanencia o el descenso, el título o el fracaso.

    Lo gracioso del asunto es que, en general, los únicos que realmente hacemos autocrítica del partido, somos los propios árbitros, los únicos que vemos nuestros videos buscando fallos somos nosotros y que cuando le pedimos a un club el video del partido, en general, nos dicen que esperemos sentados.

    Y en todo eso tiene que ver la transparencia del estamento arbitral. La falta de información acerca de las actividades que llevamos a cabo, llevan a los clubes a pensar que nuestro rugby se resume a lo que toque el finde. Y eso no es cierto.

    Habría que ver cuantos jugadores pasarían el test de JAM, o cuantos serían capaces de demostrar una cierta capacidad de conocimiento del juego, similar a la que ahora se nos achaca desconocer.

    Pero no solo eso. Todos hemos jugado previamente, a mayor o menor nivel, algunos entrenan equipos de categorías inferiores o incluso seniors, y en general, vemos más partidos que cualquier directivo.

    Y aun así, ya se pasa del insulto al intento de agresión, al lanzamiento de objetos, como este fin de semana en Valladolid. Nada más y nada menos que Valladolid. En el Salvador-CRC.

    ¿podemos aceptar que frente al mejor partido posible de nuestra liga, el público reaccione con este tipo de acciones?

    Dudo que nadie lo acepte, pero tampoco nadie lo evita. Y ese es el problema, que todos los clubs miran para otro lado cuando algo les puede salpicar, y así, nunca limpiamos la casa.

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  2. No deja de ir de la mano de la evolución de la propia sociedad española, me temo. La pérdida de valores y respeto es evidente en muchos ámbitos, y en esto del rugby es más fácil echar la culpa de las propias limitaciones a los árbitros que asumir nuestras propias faltas como jugadores y técnicos. Me consta que en muchos clubes "la teoría" promueve el respeto al árbitro y al rival, pero luego pocos ponen orden y toman medidas con los energúmenos que se saltan estas pautas y se comportan como verdaderos hooligans, avanzadillas de la extensión general del problema.

    Igualmente interesante me parece el cambio en el estrato social que compone el rugby español. Cuando era mayoritariamente universitario o de larga tradición, era más fácil sostener el llamdo "tren de valores"... la apertura a todo tipo de individuos conlleva importar otros conceptos y la dilución de los mejores elementos genéticos del rugby entre la nueva mayoría.

    Por último, me parece que el avance al profesionalismo está jugando alguna mala pasada al rugby. No dudo que es muy positivo disponer de medios para estar mucho mejor entrenado y preparado, y crecer ya sea de manera orgánica o artificial, y que en un momento dado los árbitros también deberían poder avanzar en esa línea. Pero ser profesional también conlleva una mayor responsabilidad que intuyo no se está exigiendo. A lo mejor sería bueno reclamar a los agentes profesionales un mayor conocimiento del reglamento y del arbitraje, por ejemplo, y alinear el buen/mal cumplimiento de las reglas (tanto leyes de juego como de conducta) con un mejor/peor premio/castigo. La presión por ganar está desplazando al fairplay, y si no que se lo digan a los Harlequins...

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