Jueves por la mañana; suena el teléfono. Vaya, de la FER.
"Hola, soy Mari Carmen, que si puedes ir ESTE SABADO a xxx".
-Bueno, vale. ¿A qué hora es el partido?
"El sábado por la tarde. Llama ya para que te organicen el viaje"
Y te pones a ello. Y claro, del jueves para el sábado, chungo. Así que, la cosa se llama cinco horas y cuarto en tren... para ir... y otras tantas para volver... el domingo.
Y ahora llegas a casa y se lo cuentas a tu mujer:
Oye, ¿te acuerdas que te dije que no tenía partido éste fin de semana?. Pues que resulta que sí, que me acaban de llamar para que arbitre el sábado en xxx.
"Y, ¿cuándo te vas?"
-Pues... el sábado por la mañana.
"Sí, vale, ¿pero a qué hora?"
-(Tragando saliva): Esto... a las 8 de la mañana cojo el tren.
"Aaaaaah. ¿Y cuándo dices que vuelves?"
-(Yéndote a la cocina y respondiendo con voz apenas audible): Pues, parece que no hay ni vuelos de vuelta el sábado por la noche ni tren, así que... el domingo a las 9 cojo el tren de vuelta.
"¿Y a qué hora llegas a Madrid?"
-(Ya sin saber donde meterte, viendo el careto que se le está poniendo): A las dos de la tarde.
Así que, vas y tal cual lo haces. Porque, como me dijo uno de nuestros colegas ingleses: "Cuándo suena el teléfono, miras y ves que es la RFU la respuesta es: Sí puedo; y ahora, ¿cual es la pregunta?". Y, salvando las distancias, aquí, cambiando la RFU por la FER, la respuesta en el 99% de los casos es la misma.
Por los 270 euros, por supuesto. Como todo el mundo sabe.
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