Tenía que pasar. Bueno, en realidad volver a pasar, porque esto no es la primera vez que ocurre. Y me refiero a la cobarde agresión a un compañero árbitro. En éste caso le ha tocado la china a nuestro compañero Juan Manuel Gárate, árbitro de Cantabria al término de un encuentro en la Liga Vasca.
Como digo, aunque no es frecuente ni mucho menos, esto no es la primera vez que pasa. Y volverá a pasar. Porque no ponemos remedio para que no pase. En éste caso, parece que el agresor ha sido alguien “que hacía las funciones de entrenador” de uno de los equipos.
Vale.
Punto 1: ese tipo, ¿tiene licencia?
Punto 2: ese tipo, ¿está en el acta?
Si no se cumple el punto 1, el único recurso, la justicia ordinaria.
Si no se cumple el punto 2, habrá que comprobar primero si se cumple el punto 1. Si no se cumple: habrá sanción administrativa para el club al que “representa”. Que inmediatamente dirá que no se hace responsable de los actos de alguien que no tiene licencia por su club.
Si se cumple el punto 1. El Comité de Disciplina de la Federación Vasca podrá tomar cartas en el asunto. Y podrá sancionarle. Lo que querrá decir que no podrá firmar las actas y no podrá sentarse en el banquillo, donde lo haya. En la mayoría de los casos eso quiere decir que deberá estar detrás de la valla en lugar de delante. Y como éste tipo no es jugador, tampoco queda el “consuelo”de que no podrá jugar tampoco mientras le dure la sanción.
Así que, ¿qué nos queda?. El lamento, los golpes de pecho, las buenas palabras, el “caso aislado”… De verdad, ¿cuántos “casos aislados” necesitamos para darnos cuenta de que tenemos
un problema? Esto no es más que un colofón a cosas que se ven semana tras semana en todos los campos de España: gritos, protestas, insultos de todo tipo a los árbitros, amenazas…
En las últimas semanas, en Madrid, he podido ver cosas como éstas:
-Como un árbitro de 18 años sale casi perseguido por el público de un partido infantil.
-Como un “educador” en un partido ¡PREBENJAMIN!, dentro del campo, mientras se supone que está para ayudar a sus jugadores, se dedicaba a protestar a grandes voces al árbitro, un chaval de 17 años. No contento con eso, el “educador”, cuando la organización le dijo que se
fuera del campo respondió que él no se iba. Consiguiendo que el encuentro estuviera parado hasta que alguien, sí responsable, hizo que se lo llevaran. “Educador”.
Y más.
Dejemos de llorar y lamentarnos por la leche derramada. Todos tenemos club. Hagamos algo desde dentro. No permitamos los “casos aislados”; no permitamos que campen por sus respetos los “dos o tres de siempre”. Porque si no, seremos y haremos lo mismo que criticamos de
otros deportes.
Pero con menos público.
Y, por supuesto, todo mi apoyo a mi compañero y amigo Juanma Gárate.
Pues, como era de esperar, el agresor, ni estaba en el acta y ni siquiera tiene licencia. Lo cual no le impide actuar como entrenador, manager o lo que haga falta del club al que "asesora".
ResponderEliminarY para más escarnio, trabaja con las categorías inferiores de la Federación Vizcaína.
Todo un ejemplo a seguir.
Estimados amigos, lo primero que hay que hacer es sacar la competitividad de las escuelas como en el resto del mundo.
ResponderEliminarCon respecto a la agresión, se identifica al agresor y por más que no esté en el acta se lo suspende de por vida como en todo el mundo, testigos deben sobrar. Además de una fuerte sanción a su club como se hace en todo el mundo. Es hora de que el rugby español abandone la isla...